domingo, 1 de mayo de 2016

Los Molinos del Tiempo




Su caminar es vacilante, a pesar de la ayuda que le presta su acólito.
 
—Vigile bien el paso, mi señor, que ya estamos llegando.
—Pero, ¿a dónde dices que vamos?
—A un lugar que a buen seguro le recordará uno de sus más famosos lances, amigo y señor mío.
 

El viejo apenas recuerda ya, son cuatrocientos años que pesan por cada milímetro de su piel. Solo ha accedido a emprender ese viaje porque su guía le ha prometido que, desde allí, vislumbrará todas las grandezas que en su vida pasada alcanzó a realizar.
 

Al fin, llegan. El anciano fatigado se sienta sobre la hierba al pie de un alcor donde se alzan unas estructuras blancas, enormes, altísimas, como jamás imaginó. Tres colosales brazos como lanzas divinas giran en armónica cadencia desde la cúspide de cada uno de los relucientes pilares. La luz del sol proyecta destellos metálicos a lo largo de las gigantescas estructuras, mientras un zumbido cósmico silba a cada volteo de las afiladas aspas. Ya es tarde y el astro rey empieza a declinar en el horizonte, alargando las sombras y tiñendo la estampa de añiles, rojos y amarillos.
 

—¿Está usted viendo y oyendo lo mismo que yo? A qué esperamos… ¡vamos contra ellos! —exclama Sancho—. Mas su larguirucho amigo no responde. Es extraño verle tan abstraído, pues bien esperaba que su amo emprendiera una de sus insignes locuras ante los estilizados y sobrenaturales objetos que tienen frente a sí. Pero don Quijote ni se inmuta, se limita a mirar.


Mi buen y querido Sancho, creo que ya acierto en mi memoria. Siéntate y reposa en silencio a mi lado.
 

 
Con lágrimas en los ojos, recuerda añorado. Ya no ve gigantes, pero los imagina. Resquicios de nobles ilusiones y forzosas empresas en las que acabó tantas veces malparado. Siente que esa España que hoy le brinda pleitesía y veneración, no fue antaño sino burla. Poco o nada ha cambiado apenas.

 
Junto a su fiel camarada, con quien compartió infinidad de desventuras, contempla esos extraños objetos que parece que jamás se detendrán, como el propio tiempo. Don Quijote sigue pensando ante los modernos molinos, sin hacer nada. Tal vez espera, y confía, que su movimiento no cese nunca y la gloriosa memoria que representan no borre su propio paso por la Historia. Al cabo, se levanta, y señala a su compañero el sendero de regreso.

 
Vamos, Sancho amigo, ya es tarde y la cena espera, arribemos hasta el coche, que el tiempo es corto y la conversación ahora larga…


 
                                            
                                   Parque Eólico Iberdrola La Cotera, Burgos
 

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