domingo, 1 de julio de 2018

Fields of Athenry


Fue en el verano de 2012, en Gdansk, Polonia. Los Green Boys de Trapattoni necesitaban un milagro, pero sabían que se las iban a ver con un poderoso rival contra el que ya habían perdido en más de una ocasión. La Roja tenía que ganar ese partido para asegurarse un paso seguro a cuartos de final. Estaba el tema de césped, según leí. Y algo de los aéreos. No me pregunten qué demonios significa eso. Pero el caso es que Del Bosque tenía controlada la situación.

El milagro irlandés se esfumó en el minuto 3, cuando Fernando Torres marcó el primero de los goles, el más rápido de la historia de la Eurocopa.

El juego no hizo más que demostrar la superioridad táctica, técnica, física de la selección española, que en la segunda parte siguió marcando goles con el arte que caracterizaba entonces a nuestra selección. Silva en el minuto 49, Torres, su segundo gol en el 70 y Fábregas en el 83. Imparables, a pesar de los esfuerzos de Given, el portero. Pero fue a partir de ese minuto 83 cuando sucedió algo que recordaré el resto de mi vida. Me empecé a fijar en las gradas. Miles de tipos vestidos de verde cantaban cada vez más alto una de las canciones emblemáticas de Irlanda, una de las más hermosas de aquella tierra.  Fields of Athenry, se llama.

Cuenta es la historia de un joven al que se llevan a prisión por haber robado cereales para alimentar a su familia en la empobrecida Irlanda del s. XIX, durante la gran hambruna.  Una canción nostálgica, que habla de libertad. No sé qué les sucedería a los demás pero para mí el partido había dejado de disputarse en el campo. Aquello no era una derrota, era una victoria. La gente cantaba, alegre, como si de una fiesta se tratara. Recuerdo los comentarios de los que retransmitían el partido. Impactados. Emocionados incluso. En aquellos últimos minutos de partido solo se les escuchaba a ellos cantar a pleno pulmón que “todavía tenían sueños y canciones que cantar” y que “Nada importa, Mary, cuando eres libre”. Por entonces aún no me había aprendido la letra…ni falta que hacía para sentir que estaba pasando ahí. Sin duda aquello a lo que cantaban debía ser algo hermoso y los jugadores derrotados sentirían el orgullo de ser lo que eran. Representantes de un país alegre, unidos. Aquella noche puede que fueran ellos quienes más y mejor celebraran ese 4-0, a favor de La Roja.


Hoy España ha perdido el mundial, e Iniesta, el que nos dejó disfrutar de una noche mágica en el Mundial 2010, deja la selección. Así son los grandes y pequeños momentos en el deporte. Vamos muy necesitados de alegrías en los últimos tiempos y de algo que nos haga ir al uníoslo. Ojalá pudiéramos alegrarnos de esta derrota como hicieron los irlandeses en el 2012. Al cabo, sus corazones parecen esculpidos también a base de muchos sufrimientos.